Libre para sangrar (menstruar): la batalla de ser demasiado pobre para afrontar el coste de compresas sanitarias

Elegir entre comer o sangrar bajo tu uniforme escolar tiene un coste

Por Pontsho Pilane – Sin Permiso

En el verano del 2009, Ntombi Diamini, tuvo su primer periodo menstrual. Diamini, que tenia 13 años entonces, no se sintió precisamente excitada por esta nueva fase de su vida. La menstruación vino a suponer una carga más en su ya problemática existencia.

“No tengo padres” explica Diamini, “vivo con mi abuela y sobrevivimos con el dinero de su pensión”.

Diamini, que prefiere no usar su verdadero nombre, y su abuela viven en el complejo comercial de Jabula, entre Umlazi y Lamontville, a unos 20 kilómetros de Durban, la tercera ciudad de Sudáfrica. Es un pequeño centro comercial con unos pocos pisos de viviendas encima. Diamini cursa el grado 12 de Enseñanza media en la Lamontville High School, a unos 2 quilómetros de su casa. Va andando casa día a la escuela.

“Cuando le pedí dinero a mi abuela para comprar compresas desechables ella me gritó y me dijo que no tenia dinero para eso y que por tanto solo podría usar trapos”, recuerda Diamini.

Recolectó algunas camisetas viejas de su armario y las cortó en pedazos más pequeños para fabricarse compresas-trapo que pudiera colocar en sus bragas. “Esos trapos deberían evitar que se manchara de sangre mi uniforme”, argumenta.

Pero aquello no funcionaba siempre. Diamini explica que el color granate-burdeos de la falda de su uniforme escolar le ayudaba a camuflar las manchas de sangre y así no tener que volver a casa antes de que acabasen las clases.

Más tarde compró siete pedazos cuadrados de toalla en el supermercado local que se convirtieron en su improvisado equipo mensual de compresas sanitarias. “Solo compré colores oscuros, sobre todo marrón y azul, para que no se viera el de la sangre” explica Diamini.

Cuando tenía el periodo menstrual, Diamini tenía que lavar sus trapos al volver de la escuela para poder rehusarlos al día siguiente. Las piezas de toalla marrones y azules tenía que tenderlas al aire y todo el mundo podía verlas. Así, su abuela y todo el resto de la comunidad sabían cuando ella tenia la regla.

“Usar trapos para tus reglas te avergüenza” dice, “es como mostrar a todo el mundo que eres tan pobre que ni siquiera puedes comprar compresas sanitarias normales”.

Cambiarse los trapos en los horarios de clase era también una prueba para sus nervios. Diamini debía envolver el trapo empapado de sangre en una bolsa de plástico y después esconderla debajo de su falda al volver a clase desde el baño. Diamini se sentía siempre aterrorizada por la posibilidad de que se la cayera la bolsa delante de sus compañeros de clase. Explica ella: “acabé tirando muchos de mis trapos por el miedo que sentía de verme expuesta en aquella situación ante mis compañeros, incluso aunque sabía que estaba tirando dinero que necesitaba”

El coste de menstruar

El promedio de personas que menstrúan viene a usar hasta 17.000 compresas desechables o tampones a lo largo de su vida, según un estudio de 2014 publicado en el “British Journal of Medicine & Medical Research”. Si una de las más comunes compresas comercializadas viene a costar en Sudáfrica unos 2,33 ZAR, eso significa que una persona puede llegar a gastarse unos 40.000 ZAR (rand sudafricano. El salario mínimo sudafricano actual no llega a los 3.000 ZAR/mensuales y no incluye seguros sociales ni cobertura sanitaria…). Este estudio demuestra también que, al menos 20 billones de compresas desechables y tampones usados acaban cada año en los vertederos del mundo.

Pero para mucha gente que menstrúa, la sobrevivencia supone tener que elegir entre comida o compresas sanitarias.

Según el Censo Sudafricano de 2011, un hogar negro tipo, puede alcanzar unos ingresos anuales totales de 60.000 ZAR. Como Diamini, mucha gente pobre no puede ni siquiera considerar la posibilidad de comprar compresas desechables. Simplemente se las apañan sin ellas.

Compensar la brecha

En enero, el Departamento de educación de KwaZuluNatal anunció el gasto de 20 millones de ZAR para proveer compresas desechables gratuitas para los escolares de 3.000 escuelas con problemas de pobreza, en el presente año financiero.

Ninguna otra provincia ha lanzado proyectos similares, de compresas gratuitas, en similar escala a la de KwaZuluNatal.

“Nos hemos dado cuenta de que las escolares estaban perdiendo hasta 3 días de escuela al mes como consecuencia de no poder pagarse las compresas durante sus reglas”, dijo el portavoz del Departamento Provincial de Educación, Muzi Mahlambi.

El departamento distribuirá las compresas sanitarias de forma gratuita a los escolares de las escuelas más pobres, conocidas como las escuelas de quintiles de uno a cuatro. Las escuelas en quintiles de uno a tres son las más pobres de todas las escuelas públicas y los estudiantes  no pagan tasas escolares, según las directrices del gobierno. La gente en las comunidades donde se encuentran esas escuelas, a menudo tienen niveles de alfabetización muy bajos y escasos o ningún ingreso.

“Estamos priorizando a las escuelas sin tasas escolares y a aquellas que desarrollan programas de alimentación, porque sabemos que esas escuelas son para alumnos desfavorecidos”, explica Mahlambi. “El hecho de que sea una escuela gratuita o de que realice programas alimentarios ya nos dice que esos estudiantes provienen de familias pobres”.

KwaZulu-Natal tiene 12 distritos educativos y mas de 6.000 escuelas públicas, de acuerdo con informe anual del Departamento para 2015-2016. Según Mahlambi, al menos la mitad de esas escuelas se beneficiarán de la iniciativa de compresas sanitarias gratuitas.

En paquetes de plástico blanco etiquetado con el logo verde y dorado del Departamento, cada paquete contiene 12 compresas desechables con envoltorio individual. Una circular gubernamental publicada en enero, explica que las estudiantes de los grados 4 a 12 que menstrúen recibirán un paquete cada mes. Pero Mahlambi dijo que no habrá límite de un solo paquete por estudiante, dado que los estudios muestran la variabilidad de los flujos menstruales por mujer. La menstruación puede  acontecer en periodos de entre 28 a 35 días y el sangrado durar de dos a siete días y con diferente intensidad de unas mujeres a otras, de acuerdo con las investigaciones médicas de la Clínica Mayo, en los EE.UU.

La circular también establece el reparto de un suministro para cuatro meses de compresas para cada escuela, que deberá ser suficiente hasta abril. La nueva remesa solo se realizará en el segundo cuatrimestre del año y dependerá de las asignaciones presupuestarias.

Mahlambi dijo que las remesas se realizarán teniendo en cuenta las condiciones caso a caso, dado que algunas escuelas no disponen de espacio para almacenar compresas en cantidad. “Estamos apostando por los sistemas que ya están trabajando para nosotros… Los almacenes de esas escuelas tienen que guardar también los libros de texto, útiles y otros materiales… tendremos que ser creativos porque no hay un solo modelo o metodología que sirva a todos… estamos dejando a las escuelas que expliquen al Departamento cual es su capacidad”. El Departamento espera tener “algunas dificultades” en el desarrollo del programa. “Pero serán corregidas tan pronto como se requiera”.

Montozoko Buthelezi es profesora en la “Enhlube Combined School” de Nomponjwana, una ciudad a unos 50 quilómetrosde distancia de Empangeni en KwaZulu-Natal. Desde hace al menos 10 años, ella misma ha estado comprando compresas para unas 100 alumnas de su escuela. Es su forma de asegurar que no pierdan jornadas escolares los días en que están menstruando, nos dice.

Muchas de las alumnas de Buthelezi provienen de familias de madres solteras o de aquellas en que los abuelos se hacen cargo de sus nietos y dependen de ayudas sociales para ello. “Algunas de estas alumnas pertenecen a familias muy pobres que tienen que preocuparse por poder darle de comer cada noche o de que su uniforme escolar no se rompa por estar tan desgastado. Las compresas son la última preocupación para ellas y sus familias”, nos cuenta. “Muchas de ellas no tienen ni siquiera zapatos escolares apropiados. Se calzan Ogog’uholite (en isiZulo ‘gogo ha pagado’), zapatos baratos, tipo zueco,  de plástico negro que usan en toda época del año y que solo pueden conseguir cuando sus abuelas han ahorrado suficiente dinero de su pensión para costearlos”.

Buthelezi, que es profesora en cuatro grados diferentes de la escuela, dice que no tiene otra opción que ayudar a sus alumnas. Si no lo hiciera, muchas de ellas no acudirían a la escuela cuando tienen la menstruación.  Acostumbro a tener dos paquetes en mi armario. Es todo lo que puedo afrontar. “Pero se consumen muy rápido”, dice, “muchas alumnas los necesitan”. Algunas veces Buthelezi no cuenta con dinero extra para ahorrar a final de mes. En esos casos, solicita permiso al Director de la escuela para faltar a clase ese día. Nos lo explica: “puede resultar muy cruel mantenerlas en clase, cuando han pasado por tantas cosas. Ya están distraídas y ansiosas. Lo más simple es dejarlas que se vayan a sus casas”.

Entre la espada y la pared

Después de un año usando trapos, Diamini se hartó. Entonces oyó que algunos tipos de anticonceptivos pueden parar las menstruaciones. Con un grupo de amigas, Diamini fue a la clínica pública local en donde las enfermeras la iniciaron en un anticonceptivo inyectable llamado Depo-Provera, activo por tres meses tras ser inyectada la medicina que contiene la hormona acetato de medroxyprogesterona.

“Estaba harta de lavar y esconder mis paños”, nos explica, “quería acabar con mi regla”. Después de unos pocos meses, al fin la regla de Diamini desapareció. “¡Estaba tan feliz! No tenía que preocuparme por lo que tenía que hacer cuando me venía la regla.”

A pesar del alivio de Diamiani, son conocidos los riesgos asociados con estos anticonceptivos. Doctora en Medicina  y Vicepresidenta  de la organización “Sexual & Reproductive Justice Coalition”, Thaleng Mofokeng, advierte que la “Depo-Provera” puede evitar los periodos menstruales pero no sin un coste: “uno de los problemas más importantes es la pérdida de densidad ósea. Cuando has usado Depo-Provera, durante uno o dos años, los efectos secundarios de pérdida ósea resultan bastante significativos”.

Estudios científicos han demostrado que el uso de este anticonceptivo hormonal puede reducir la densidad ósea en las mujeres. Un estudio de 2010, publicado en la revista “Contraception”, encontró que por término medio, las mujeres jóvenes que habían usado Depo-Provera por periodos de alrededor cinco años había sufrido hasta un 4% de disminución en su densidad ósea en áreas como la columna, las caderas y el cuello. Pero es posible recuperar esa pérdida ósea después de cinco años tras dejar de inyectarse ese anticonceptivo.

Hay, además, importantes interrogantes abiertos, sobre si el uso de este popular anticonceptivo, a menudo conocido como “the shot”, puede facilitar el contagio del Sida para las personas que menstrúan. Una investigación de 2016 por países que incluye a Sudáfrica encontró que las mujeres que usaban Depo-Provera incrementaban el riesgo de contraer el virus Sida de entre un 20% a un 60%. La Organización Mundial de la Salud argumenta que no hay suficientes evidencias para concluir que este inyectable pueda alimentar el riesgo de contraer el Sida, pero actualmente está revisando su posición.

Es viernes por la mañana en Lamontville High School y se palpa la excitación en el aire. Mthandeni Dlungwane, responsable municipal del Departamento de Educación de KwaZulu-Natal va a venir a inaugurar el proyecto de reparto gratuito de compresas en la escuela ese mismo día. Un grupo de chicos, alumnos, lleva tres grandes paquetes de compresas desechables desde los vehículos del Departamento hasta el campus de la escuela y apilan meticulosamente cada lote. A las 12:00 pm, suenan las sirenas de la escuela. Más de 1.000 alumnos en sus uniformes color granate y gris se apresuran a salir de sus clases y se alinean para el mitin escolar. Estalla la alegría cuando Dlungwane anuncia que desde ese día, todas las estudiantes con menstruación recibirán, todos los meses, compresas gratuitas sufragadas por el Estado.

El Departamento de Educación trajo 396 paquetes de compresas a Lamontville HS, pero allí hay unas 600 niñas escolarizadas. “No estamos muy seguros de cómo va a funcionar este proceso, pero yo voy a dejar que nuestro Secretario de Administración que divida y distribuya las compresas entre las escolares que las necesitan”, nos dice el Director de la escuela, Bongingkosi Mngadi.

Lamontville High School está en la categoría cuarto quintil, según  Mngadi. Los alumnos pagan una tasa educativa anual de 500 ZAR, que no es asumible por muchos padres. “El Departamento de Educación dice que somos una escuela de quintil cuatro, pero mirando los hogares de los que provienen nuestros escolares, yo diría que estamos en el quintil dos.”

De acuerdo con Dlungwane, tendrán que asignarse alrededor de 60 millones de rands para costear las compresas gratuitas en año financiero de 2017-2018. El dinero asignado en el año financiero anterior fue puntual, pero en abril el proyecto debe figurar como capítulo del presupuesto. “Somos también el resultado de la pobreza y necesitamos estar seguros de que protegemos a los escolares. Es nuestra responsabilidad asegurar que ninguna estudiante pierde un día de escuela por no disponer de compresas,” dice Dlungwane.

Para Diamini, este anuncio llega como un bálsamo y como una señal de esperanza. “Las compresas desechables eran un lujo para mi. Solo puedo comprarlas si consigo algún dinero extra”. “Estas compresas van a marcar una diferencia real… a lo mejor ahora puedo dejar de usar anticonceptivos.”

Pero 200 kilómetros lejos de Lamontville, Buthelezi solo escucha hablar de esta iniciativa por la radio. En su escuela no han oído nada de si van a poder acceder a las compresas gratuitas del Departamento de Educación. Buthelezi sentada en una butaca de su casa, nos dice: “Yo también crecí sin compresas, sabes”… “Solo quiero que mis alumnas tengan una vida mejor que la que yo tuve”.

Enviada para Combate Racismo Ambiental por Zuleica Nycz.

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