El cambio social… empieza por la agroecología

Rebelión / Servindi

Labradores, huertos colectivos y grupos de consumo son tres agentes del cambio social. Es la idea del documental de 50 minutos “Nugant cordes”, que pretende –según sus realizadores, Mayte Fornés y Juan Arocas- promover y dignificar la agroecología.

El audiovisual fue presentado el 12 de septiembre en la cooperativa Aragó Cinema de Valencia, en un acto organizado por la ONG Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) y la Xarxa d’Economia Alternativa i Solidària del País Valencià.

Financiado con pequeñas donaciones, “Nugant Cordes” se proyectará en casas de cultura, institutos, centros sociales y asociaciones, junto a una exposición fotográfica titulada “Altra terra”, de Juan González.

“Se trata de compartirlo”, afirman Mayte Fornés, del proyecto Cúrcuma Agroecológica, encargada de la producción y entrevistas del documental; y Juan Arocas, de Audiovisual Porbesarte, responsable de la cámara, montaje y diseño.

En el blog que informa del proceso de elaboración y presentaciones resumen el sentido de la iniciativa: “Buscar la naturaleza, el sol, el agua, el aire, los vegetales, sus aromas, sabores y colores: todo lo que nos quita la gran ciudad”.

El documental no cuenta apenas con una voz en off que relate hechos, o engarce testimonios. Lo importante es el testimonio de los protagonistas, sean productores, colectivos de apoyo o consumidores.

Con un amplio repertorio de voces, el audiovisual trata de mostrar el “cambio social” de los últimos siete-ocho años, “que nos ha hecho volver a la tierra; bien como repuesta a la ‘crisis’, bien como necesidad de volver a nuestras raíces”.

Una sencilla advertencia del periodista estadounidense Michael Pollan, autor de “El dilema del omnívoro”, subyace a muchas de las experiencias. Dice Pollan que nadie ha de comer nada que su tatarabuela no reconociera como comida; sin embargo en los supermercados hay muchos productos que parecen alimento, aunque no lo sean; “manténgase alejado de ellos”, recomienda el escritor, quien también afirma: “Prepara la mesa con alimentos cuya historia conozcas”.

Son palabras que también inspiran el proyecto “L’Hort de Carmen”, que tiene como centro el municipio valenciano de Alcàsser. Se promueve una agricultura sostenible y tradicional, de temporada y que no utilice la química; además forman parte del Sistema Participativo de Garantías (SPG) Ecollaures, cuyo fin es acreditar que la producción y distribución se realiza de modo ético y justo para labradores y consumidores.

Otro de los ejes es la soberanía alimentaria, y la venta de sus productos en los mercados locales: los martes en Alcàsser y el fin de semana en el mercado de venta directa del municipio de Godella.

Estos principios y modo de operar atraviesan las diferentes experiencias recogidas en el documental. Al igual que las palabras de Francesca, integrante de “L’Hort de Carmen”: “Cada vez hay más gente consciente de que la naturaleza tiene unos ritmos y unas necesidades; si uno cuando compra le da el dinero a una multinacional, después no puede quejarse”.

Considera, por el contrario, que en las iniciativas agroecológicas de proximidad se paga a personas reales, a las que el consumidor puede conocer; “no se atacan los derechos laborales de la gente, aquí no explotamos a nadie”, afirma. “¿Por qué se producen tan baratas las cebollas y patatas que venden las transnacionales?”

El veterano labrador y activista Vicent Martí trabaja la tierra en la Partida de la Massamarda, en el término municipal de Alboraia, de 24.000 habitantes. En esta zona de huerta del área metropolitana de Valencia también vende cajas de verdura natural y de temporada.

Toda la labor, desde la siembra hasta la cosecha, se realiza de manera manual, sin plaguicidas ni químicos. Complementa estas actividades con cursos, por ejemplo de compostaje tradicional para el abono de la tierra, o de tracción animal.

A los 15 años, todavía adolescente, le dijo a su padre que él quería laborar en el campo y vivir al aire libre. “Existe hoy algo más de conciencia –afirma en el audiovisual-, pero es que antes no la había apenas”; explica que el grado de conciencia de la población aumenta de modo muy lento, “pero así debe ser para que sea sólido; si no es humo”. “Quien viene a comprar te mira a la cara, y busca un producto de calidad”.

Lo primero es la transformación personal, valora Raül, de la cooperativa agroecológica “L’Aixada com a Eixida”; afirma que el proyecto no consiste sólo en la compra y venta de productos. “También es un espacio de lucha social”, abunda Manu en el documental.

La cooperativa se localiza en el término municipal de Picassent, al sur del área metropolitana de Valencia. Entre los principios fundacionales está la apuesta por un modo “decrecentista” de vida, que permita una separación cada vez mayor del sistema capitalista.

El ciudadano-consumidor tiene asimismo un rol destacado. Integrante del Grup de Consum Vera, en Valencia, Lorena resalta que estos colectivos son una expresión de la sociedad civil organizada, cuyo fin es reducir los intermediarios entre productores y consumidores.

Rosa, del Grup de Consum Per L’horta en el barrio de san Marcelino (Valencia) destaca la imbricación entre labradores y consumidores: “El agricultor es la base del sistema; nosotros sin él no somos nada, pero él sin nosotros tampoco”.

Entiende que la de la agricultura ecológica es una batalla global en la que tendrían que implicarse centros de salud, hospitales, colegios y sobre todo madres y padres. “O se vuelve a la tierra –de modo ecológico- o esto se va al ‘carajo’”.

En el municipio de Alaquàs (30.000 habitantes) comenzó a desarrollarse en 2013 una red de huertos urbanos, gracias a los acuerdos entre el consistorio y vecinos con tierras en propiedad. Asociaciones, usuarios y colegios participan hoy en esta iniciativa sustentada en 156 parcelas (18.000 metros cuadrados). Diferente es la orientación del Centre Social Okupat i Anarquista L’Horta del barrio de Benimaclet, en Valencia.

Los orígenes del proyecto remiten a marzo de 2012, cuando un grupo de activistas ocupó una parcela en estado de abandono e integrada en un plan urbanístico. Los terrenos formaban un conjunto con una alquería del año 1920, también degradada y afectada por los incendios. Este sector urbanístico fue recuperado por los jóvenes activistas, y transformado en un proyecto de huertos comunitarios.

Uno de sus miembros, Oriol, recuerda en el documental “la respuesta magnífica de la gente de la periferia; hemos visto que mucha gente quería volver a la tierra”. También destaca el sentido de lo colectivo: “Cuando se ha necesitado dinero para algo, lo hemos conseguido entre todos”; al final, añade, “se trata de una manera especial de cuidarnos y relacionarnos”. También participa Hernán: “El verdadero cambio no está tanto en hablar y pensar soluciones, sino en el hacer”.

De la campaña por una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para lograr una ley de protección de l’Horta, en la que se recogieron 117.000 firmas, surgió Per L’Horta. La mayoría absoluta del PP tumbó la propuesta en las Cortes Valencianas. Las movilizaciones ocurrieron en 2001, pero el colectivo Per L’Horta continúa hoy reivindicando el valor de la tierra hortícola frente a la especulación urbanística y las grandes infraestructuras.

Una de las activistas de la asociación, Contxa, resalta la posibilidad de que unos terrenos con valor agrícola estén protegidos, “pero te llega un gigante como el puerto de Valencia y consigue que cedan las autoridades, se pierdan las tierras y se deporte a personas”.

El audiovisual recorre un panorama muy diverso de experiencias. La de Enric Navarro, quien subraya que son muchos los que han visto la luz en el camino: volver al campo. “Pese al ‘mantra’ del padre que le decía a su hijo que no se dedicara a la agricultura y estudiara una carrera, hoy el campo está lleno de licenciados que levantan iniciativas muy interesantes”.

Navarro forma parte de “Terra i Xufa”, una empresa de productores y comercializadores de fruta y verdura de Valencia. Fue la primera que cultivó chufa ecológica con la denominación de origen “chufa de Valencia”. O la experiencia de huertos sociales en La Pobla de Vallbona, municipio de 23.400 habitantes situado a 22 kilómetros de la capital valenciana.

Con el espíritu del 15-M y el impulso de la asamblea de parados, el proyecto inicial se materializó en 22 parcelas de 50 metros cuadrados cultivadas por vecinos del municipio, y destinadas al autoconsumo. “Hoy se mantiene la impronta social del primer día”, afirma Javier Descalzo. Otro de los testimonios responde a la pregunta sobre el significado de la agroecología: “Es como un dragón dormido, que se está despertando poco a poco”.

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