Pueblo Chimán en alerta por asentamiento en su territorio ancestral

La Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Chimán que alberga muchas comunidades, a la actualidad existen indicios de que se asentará un grupo de los denominados “interculturales” (colonizadores) en parte de sus tierras, consideradas ancestrales

Por Movimiento Regional por la Tierra / Servindi

Misión Fátima es la más grande de las comunidades chimanes que están al margen del río Maniquí, ubicado en el municipio de San Borja, y que forma parte de la Amazonía boliviana (tierras bajas).

La Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Chimán que alberga, a más comunidades del Gran Consejo Chimán, sólo tituló parte de la comunidad, y a la actualidad, existen indicios de que se asentará un grupo de los denominados “interculturales” (colonizadores) en parte de sus tierras, consideradas como ancestrales.

La comunidad alberga 100 familias, sin embargo con el proceso de saneamiento de la TCO, la misma fue dividida en dos, y una parte de su población quedó fuera de este proceso y excluida del área amojonada por el saneamiento y titulación.

Hace algunas semanas llegaron algunas familias provenientes de tierras altas, quienes habrían viajado por varios días, a formar la comunidad Piloncito en la parte que quedó fuera de la TCO Chimán, relataron las hermanas de la Congregación de Misioneras las Lauritas en el conversatorio sobre autonomías indígenas organizado por el Instituto para el Desarollo rural de Sudamèrcia (IPDRS).

Este asentamiento se estaría tramitando en “tierras fiscales” que no fueron incluidas en la TCO, y que de acuerdo a la ley boliviana, el Estado debe distribuir a comunidades campesinas o indígenas.

Desde antes de la Colonia, los chimanes vivían en diversos lugares del bosque de forma nómada. Sin embargo, muchas de ellas se fueron estableciendo en lugares específicos. Este es el caso de la comunidad Misión Fátima que fue fundada en la década de 1950 por los sacerdotes redentoristas.

“Esas tierras no son tierras fiscales. Son tierras que ancestralmente pertenecen al territorio Chimán, forman parte de nuestro territorio. Consecuentemente, existen familias desde los años 1950, desarrollando su diario vivir y desarrollando su cultura”, señala el acta de oposición al asentamiento.

Este asentamiento preocupa a los chimanes de la comunidad pues estaría poniendo en riesgo los lugares donde ellos viven, y están acostumbrados a aprovechar, ríos y bosque.

La comunidad Misión Fátima, que ha sido afectada por una problemática de corrupción concertiente al municipio y dirigencias, exige al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) revisar el proceso de saneamiento para verificar la presencia de las familias chimanes y piden completar la titulación de su territorio.

Comercio desigual

Desde la constitución de la comunidad Misión Fátima, los indígenas chimanes además de continuar con sus prácticas de recolección, pesca y caza comenzaron a cultivar arroz y yuca, para su autoconsumo, y junto a la jatata (especie de palmera tropical), comercializan para acceder a recursos económicos.

Debido a la distancia que tienen del centro poblado de San Borja, a la comunidad solo se puede llegar por canoa navegando los ríos Maniqui y Chimán en un tiempo de ocho horas, o por avioneta en 25 minutos. Éste es uno de los motivos por lo que los chimanes no salen casi nunca de Misión Fátima y para vivir de sus productos de jatata requieren de intermediarios.

Migrantes de tierras altas de Bolivia, que hace muchos años habitan varias comunidades de San Borja, son quienes ingresan en canoa recolectando en todas las comunidades canastas, abanicos y otras piezas tejidas de jatata, debido a que desde siempre, los chimanes se proveen de cosas mediante el trueque o intercambio. Cambian sus artesanías con los denominados “interculturales” por productos como sal, detergentes y azúcar.

Sin embargo, el intercambio no es de manera igualitaria, pues los comerciantes por una pieza de jatata les dan un producto equivalente a dos o cuatro bolivianos cuando ellos lo comercializan por dos o tres veces más el precio, explican las hermanas de la Congregación de Misioneras las Lauritas, quienes trabajan casi dos décadas en el lugar.

“Les dan cinco bolivianos el paño de jatata ellos les pagan dos”, explicó la religiosa Carmen Cepeda.

En cuanto a la educación, la población Chimán tiene una alarmante falta de atención, pues los maestros se excusan en las dificultades de ingreso, para asistir hasta 2 o 3 días al mes.

Las religiosas que, incluso hacen el esfuerzo de aprender la lengua chimán, explican que se trata de un pueblo amigable y siempre abierto a la solidaridad. Puede que estas características se confundan con la docilidad, pero la permanente existencia de esta población nos habla de una cultura aguerrida.

Sus autoridades y varias instituciones cercanas, se encuentran en alerta y buscando información que el INRA o el viceministerio de Tierras, debe facilitar para su defensa y cuidado de sus derechos colectivos sobre su territorio.

Foto: http://porlatierra.org/

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