El bebé de Rosemary: Cómo Brasil encarna tiempos de excesos de lo real. Por Eliane Brum

No El País

En 2009, Lula era “el tipo” que encantaba a Barack Obama. Hoy, el Supremo Tribunal Federal de Brasil votará el habeas corpus de Luiz Inácio Lula da Silva, condenado en segunda instancia por corrupción. De país que había llegado al futuro, en la primera década del siglo, a país que se descubre atascado en el pasado, en esta segunda década, la conversión expresa más que el propio Brasil. Revela una parte del mundo hecha añicos, entre años de potencia de la imaginación y otros de excesos de lo real.

Para Obama y el mundo, ¿qué significaba ser aquel “tipo”? Lula se hizo popular con una alquimia que encandiló a las élites de Occidente: aumentó el poder de consumo de millones de brasileños sin tocar la renta y los privilegios de los más ricos. Los pobres menos pobres, los ricos más ricos.

Ese proyecto de conciliación nacional solo fue posible gracias al volumen de exportaciones de materias primas a China. El precio fue alto, y todavía mal dimensionado: el coste-naturaleza, el que no se recupera e impacta en el tema más urgente del planeta, el del cambio climático.

La conciliación, en uno de los países más desiguales del mundo, solo podía ser provisional. No había fórmula mágica. Pero había corrupción. Se descubría que el presente no era potencia de la imaginación, sino imagen sin potencia. Que se fragmentó en odios.

Hoy, incluso los que colaboraron para que la cotidianidad de excepción se extendiera en Brasil desde mucho antes del impeachment de Dilma Rousseff ya no controlan los días. Las muertes y amenazas se multiplican en las periferias de las grandes ciudades, el campo y la selva amazónica. Los tiros han dejado la virtualidad de las redes sociales y han ocupado la política como destrucción concreta.

El 27 de marzo, dos autobuses de la caravana de Lula por el sur de Brasil fueron atacados a balazos. El magistrado Edson Fachin, responsable de la Operación Lava Jato en el Supremo, relató amenazas a su familia. Es en este furioso ahora que la prisión de Lula, que lidera los sondeos electorales, se decidirá en Brasilia.

En 2011, el escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo a los jóvenes que tomaron las calles de España: “Este mundo de mierda está embarazado de otro”. Quien presenció la victoria de Donald Trump tras el gobierno de Obama, el Brexit en el Reino Unido, los atentados en Francia promovidos por terroristas nacidos en sus periferias, la truculencia de Putin más allá de Rusia, la escalada de violencia de Israel contra los palestinos, la transformación de Venezuela en una dictadura, una banda imperando en el poder en Brasil, sospecha que lo que crecía en su vientre era el bebé de Rosemary.

Solo rescatando la política como mediadora de conflictos podremos recuperar la capacidad de imaginar un futuro que no sea un mundo de mierda.

Traducción de Meritxell Almarza.

Museu Rodin, Paris. Foto: Tania Pacheco

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