África: Impacto de la deforestación en el acceso a agua potable

Servindi

Una reciente investigación científica demuestra que si hay más bosques en Malaui, sus habitantes todavía pueden tener acceso a agua potable. 

Hisahiro Naito, economista y profesor adjunto de la Universidad de Tsukuba en Japón, sostiene que su investigación es la primera en estudiar de manera directa el acceso al agua potable y la deforestación. 

Naito y su colega Annie Mwayi Mapulanga, recabaron datos satelitales del Ministerio de Recursos Naturales, Energía y Minería, que mostraban la deforestación en Malaui desde 2000 hasta 2010. 

Luego, compararon esos datos con la información de la Encuesta Demográfica y de Salud del país en los mismos años, sobre el abastecimiento de agua en los hogares y si éste era seguro o no.

En el estudio, los investigadores controlaron los diferentes factores que pueden influir en las fuentes de agua potable dentro de las comunidades. Esto les permitió enfocarse exclusivamente en los efectos de la deforestación.

A continuación el artículo:

El brutal impacto de la deforestación en el acceso al agua potable en África

Por John C. Cannon*

Una investigación reciente comparó los datos sobre la deforestación y la información referente al acceso doméstico al agua potable en Malaui.

Los científicos encontraron que el país perdió el catorce por ciento de sus bosques entre 2000 y 2010, lo que tuvo el mismo efecto sobre el acceso al agua potable que si hubiera un nueve por ciento de disminución de las precipitaciones.

Mongabay Latam, 9 de julio, 2019.- De acuerdo con una investigación reciente realizada en Malaui, la deforestación puede reducir el acceso de las comunidades al agua potable.

Muchas investigaciones previas sobre cómo la deforestación repercute en la dinámica del agua han demostrado que el desmonte de los bosques provoca el escurrimiento del agua, lo que aumenta el rendimiento hídrico. Lo que se desprende de estas investigaciones suele ser que “la deforestación no tendrá un efecto negativo sobre el acceso que las personas tienen al agua”, escribió en un correo electrónico Hisahiro Naito, economista y profesor adjunto de la Universidad de Tsukuba, Japón. “Hemos cuestionado esta idea”.

Solo porque haya más agua disponible no significa que sea aceptable o lo suficientemente segura para que las personas la tomen. Sin el tapiz vegetal que absorbe el agua, el escurrimiento erosiona el suelo y transporta el sedimento que entorpece los sistemas de tratamiento, que son escasos en muchas partes de Malaui.

Naito y su colega, Annie Mwayi Mapulanga, creen que su trabajo es “el primero que estudia de manera directa el acceso al agua potable y la deforestación”, comentó Naito. Para empezar, los dos recabaron datos satelitales del Ministerio de Recursos Naturales, Energía y Minería, que mostraban la deforestación en Malaui desde 2000 hasta 2010. Luego compararon estos datos con la información de la Encuesta Demográfica y de Salud del país de los años 2000 y 2010 sobre el abastecimiento de agua a los hogares y si este era seguro o no.

En el estudio, ellos controlaron los distintos factores que pueden influir en las fuentes de agua potable de la comunidad, así podían enfocarse exclusivamente en los efectos de la deforestación. Naito y Mapulanga informaron los descubrimientos en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences el 25 de marzo.

Calcularon que, en la primera década del siglo XXI, la cubierta forestal de Malaui se redujo más del catorce por ciento. En otra investigación reciente se ha mostrado que la tasa de deforestación del país está entre las más altas de África, en gran medida, debido al desmonte de los bosques para obtener leña y crear haciendas. Semejante disminución redujo la cantidad de agua potable disponible para los malauíes tanto como lo haría una caída del nueve por ciento en las precipitaciones.

“Al principio, una disminución del nueve por ciento parece pequeña”, comentó Naito, pero una merma de semejantes proporciones reduciría la probabilidad de que un malauí promedio tenga un acceso seguro al agua potable en más de cinco puntos porcentuales.

Más aún, la deforestación en Malaui no comenzó en 2000. Naito dijo que la oleada actual se remonta, como mínimo, a la década de 1970 y que, desde 1990, el efecto que la deforestación ha causado sobre la disponibilidad de agua ha sido el equivalente a la reducción de las precipitaciones en un dieciocho por ciento. La probabilidad histórica de que eso ocurra por azar es relativamente remota —menos del ocho por ciento—. Y agregó que, sin los efectos agravantes de la deforestación, es posible que Malaui pueda resistir estas raras disminuciones en el suministro de agua.

Sin embargo, Naito aseveró que el cambio climático podría alterar este cálculo. A medida que las temperaturas mundiales aumentan, los científicos esperan oscilaciones más amplias en las precipitaciones, lo que significa que, por ejemplo, la cantidad de lluvia en un año determinado podría ser treinta por ciento mayor o menor que el promedio histórico. Los años de escasez, acompañados por la continua deforestación, podrían ser devastadores para Malaui, un país en donde alrededor del diecisiete por ciento de la población seguía obteniendo agua de fuentes no seguras en 2010.

“Por otro lado, una superficie forestal mayor —donde las actividades de reforestación se podrían incrementar— actuaría como amortiguador contra esas oscilaciones causadas por el cambio climático”, dijo Naito.

“Nuestra investigación muestra que, si hay más bosques en Malaui, Malaui puede resistir esa situación —comentó— y la gente todavía puede tener acceso al agua potable”.

Referencias

Mapulanga, A. M., & Naito, H. (2019). Effect of deforestation on access to clean drinking water. Proceedings of the National Academy of Sciences, 201814970. doi:10.1073/pnas.1814970116

Ngwira, S., & Watanabe, T. (2019). An Analysis of the Causes of Deforestation in Malawi: A Case of Mwazisi. Land, 8(3), 48. doi:10.3390/land8030048


*John Cannon es redactor de Mongabay, con residencia en Oriente Medio. Encuéntralo en Twitter: @johnccannon

Escolares en Malaui. Foto: Swathi Sridharan/ICRISAT

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