¿Cuáles son las continuidades de las prácticas genocidas contra los pueblos indígenas de Argentina? ¿Qué relación hay entre la brutalidad del modelo económico extractivo y la defensa de los derechos de los pueblos originarios? A partir de estas preguntas, el periodista Darío Aranda recorre un largo camino que cruza la historia de la impunidad y el mapa actual de los conflictos que afectan a las comunidades de todo el país. El resultado es este primer libro de investigación periodística dedicado al tema, un dato que el autor convierte en otra pregunta: ¿qué nos grita este silencio mediático?
Dar testimonio
El referente wichi de Tartagal desconfía del periodista. Lo deja hablar, explicar, preguntar, pero no le responde. Mira hacia el horizonte, piensa, silencia. No arriesga palabra.
A 3.000 kilómetros de distancia, el werken (vocero) mapuche mira a los ojos, altivo, desafiante, y se muestra distante. Duda si aceptar la entrevista.
Los distintos pueblos indígenas tienen la historia común de blancos con promesas incumplidas, intentos de sometimiento, muertes, despojos, resistencias.
Desconfían del periodismo. Tienen experiencias de engaño, en las que lo escrito es lo contrario de lo dicho, siempre a favor del político, el estanciero o el empresario. O en las que su voz ni siquiera es citada. Identifican al periodismo como aliado del poder de turno, socio del modelo extractivo que los acorrala, desaloja, quita alimentos, condena.
Los pueblos indígenas no están en la agenda diaria de los grandes medios de comunicación. Se oscila entre la negación del tema (“en Argentina no hay indígenas”) y mostrarlos como el pasado salvaje, y esporádicas apariciones en las que son destinatarios de caridad, limosnas, donaciones que nunca buscan cuestionar las causas de la postergación histórica. Otra práctica mediática consiste en mostrar a las comunidades indígenas como un hecho folklórico, haciendo eje en sus vestimentas, costumbres, comidas. Epicentros de las notas “de color”, esa forma de escribir que rara vez los considera como actores políticos y sociales con demandas legítimas y derechos incumplidos.
Los grandes medios de comunicación sí dan cuenta de manera recurrente del autoproclamado “campo argentino”. Diarios, canales de televisión y radios son espacios de propaganda del modelo agroindustrial. Decenas de periodistas propagan las bondades del monocultivo de soja; empresarios y compañías internacionales -con la venia de gobernantes- son exhibidos como la salvación del país. Un gran aparato mediático que muestra como único sólo a un sector de la geopolítica rural.
La realidad de las comunidades indígenas desmiente a la publicidad empresaria. Desalojos violentos, desmontes, inundaciones y sequías, intoxicaciones con agroquímicos, pobreza. El costo social, sanitario, ambiental y económico del modelo agrario.
La prensa comercial no se refiere a esa realidad. Mezcla de intereses económicos, flexibilización laboral, periodismo de escritorio y desinterés.
En contraposición, la temática indígena y campesina es eje central de los medios y las redes sociales de comunicación comunitaria. Indymedia, Copenoa, Azquintuwe, Contrapunto. Todas referencias de periodismo profesional, de calidad y compromiso, que da cuenta del campo negado e intenta sobrepasar el círculo de académicos, militantes, oenegés y entendidos en la materia.
Los pueblos indígenas son pioneros. Contaban con un dios mucho antes de que la Iglesia católica pisara lo que hoy es Argentina. Tenían formas de gobierno antes de que se instaurara el Virreinato del Río de la Plata. Y se regían por leyes propias mucho antes de que el país tuviera su primera Constitución Nacional.
Padecieron campos de concentración antes que el pueblo judío.
Conocieron torturas y secuestros de bebés antes de la dictadura argentina de 1976.
Y defienden el territorio y los bienes naturales desde mucho antes que se comenzara a hablar de ecología.
Argentina exporta naturaleza. Envía al exterior cultivos industriales, petróleo, minerales, pasta de celulosa. Deja en el país sequías, inundaciones, aguas contaminadas, tierras empobrecidas, drenajes ácidos, extinción de especies, pérdida de soberanía alimentaria.
En la década del 90 se creó el entramado jurídico para el avance de esas industrias. Durante los últimos veinte años los sucesivos gobiernos protegieron, incentivaron y promocionan el modelo extractivo, basado en exportar naturaleza. “Bienes comunes” dicen los intelectuales. “Recursos no renovables” llaman los economistas. “Nuestra vida” explican los pueblos ancestrales.
El crecimiento y la consolidación de organizaciones indígenas es una respuesta a ese modelo que avanza sobre territorios comunitarios. Los pueblos originarios mantendrán su resistencia, interpelando al Estado, la dirigencia política y la sociedad toda. Los medios de comunicación, y los periodistas, tendrán el desafío y la oportunidad de elegir, una vez más, entre dar testimonio o silenciar a la Argentina Originaria.
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Enviada para Combate Racismo Ambiental por Zuleica Nycz.
Criança Mapuche. Foto: Marcelo Montecino.