José Baulowski se define como un pequeño productor con cultivos diversificados, que cuida el suelo y busca “recuperarlo”. No usa agroquímicos, tiene yerbales y comercializa alimentos sanos
Por Darío Aranda* – Servindi
José tiene una certeza: no sirve hacer un solo cultivo. La tierra misionera, el clima y la historia sugieren, al menos para el pequeño productor, diversidad. Y él tomó nota de eso. Por eso cultiva mandioca, avena, poroto, repollo, choclo, sandía, melones, lechuga, acelga y, claro, yerba. Y hasta cuenta con un estanque donde cría peces para autoconsumo y vende en la feria franca local.
Está frente a una planta de yerba. La mira. La analiza. Casi una radiografía sin siquiera tocarla. Hasta que se abalanza sobre ella y muestra una rama. Avisa que es un gajo maduro que está creciendo mal. Lo corta. Explica que es un trabajo metódico para que la planta crezca fuerte y produzca más. Es uno de los secretos del productor agroecológico.
Otra práctica que recomienda es dejar “cobertura” (avena, poroto) en los callejones entre las plantas y no senderos de tierra, como en las plantaciones industriales. Así evita la degradación del suelo. Y avisa que no usa químicos.
Otra certeza: “Hay que recuperar la tierra”. Recuerda que antes utilizaban una hectárea para determinado cultivo, le sacaban el máximo rendimiento, la dejaban un tiempo e iban a otra hectárea (previo desmonte). Pero ya no hay más monte para seguir explotando. Y José insiste: “Hay que recuperar la tierra”. Utiliza abonos naturales, entre ellos incluye tierra mezclado con hojas de pinos. “Tenés que ir probando, buscar la manera de poner todo más orgánico y no usar químicos. Así se beneficia el suelo, bajás los costos y mejorás la calidad del alimento”, asegura.
Cuenta que también cultiva mandioca. Que lo ayudó en los momentos en el que la yerba tenía un precio muy bajo. Este año ingresó mucho almidón del exterior (Paraguay y Brasil), cayó el precio de la mandioca y lo sostuvo la yerba. “Si plantás uno solo no sirve. Los colonos de antes sabían bien eso. Si la mandioca no la podés vender al menos se la das a los chanchos o las vacas. Nunca se pierde”, explica.
Sí es más crítico del té. Para cosechar se debe usar máquinas, tiene costos fijos altos y desde hace años que el precio viene en caída. Hizo números y hasta ofreció a los cosecheros que se lleven la producción, pero no tuvo suerte. Si la planta crece mucho, se vuelve muy grande y luego cuesta más podarla. Decidió ya no hacer más té.
José recorre la chacra. Muestra los yerbales, pero también la quinta, donde tiene productos para consumo familiar y que le evitará tener que comprar en el pueblo. Se puede ver perejil, repollo, choclo, sandía, melones, lechuga, acelga.
Al final del recorrido lleva a un extremo del predio. Es una pequeña laguna, la llama “estanque”. Cría pacú y carpa. Está probando qué otra especie se adapta. Lo usan para la dieta familiar, pero también en la feria franca del pueblo. “No es grande, pero ayuda para comer y vender”, grafica.
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*Darío Aranda es periodista especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales).
Foto: Martin Katz.