En los pueblos indígenas predomina el intercambio de información y el reparto general e igualitario de los recursos, según una investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona que ha analizado tres sociedades de Borneo, el Congo y la Amazonia durante cinco años
Sinc*/Servindi, 26 de febrero, 2016.- Un estudio llevado a cabo por el Instituto de Ciencia y Tecnologia Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) indica que en las sociedades indígenas todavía existentes en nuestro planeta los individuos que tienen un mayor conocimiento de los recursos naturales, de sus tradiciones y sus creencias milenarias poseen una mayor capacidad para obtener alimentos y para proteger su salud. Pese a ello estas personas no gozan de mayor bienestar general que el resto de miembros del grupo, probablemente debido a que en estas sociedades predomina el intercambio de información y el reparto general e igualitario de los recursos, dicen los autores.
El trabajo ha estado liderado por la investigadora del ICTA-UAB Victoria Reyes-García, en el marco de un proyecto que ha permitido al equipo estudiar la naturaleza adaptativa de la cultura y los beneficios del conocimiento ambiental local a partir del análisis de tres sociedades indígenas de Borneo, el Congo y la Amazonia.
Subvencionado con un importe de un millón de euros a través de una Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación, el proyecto ha analizado en profundidad estas tres sociedades indígenas durante cinco años para entender mejor sus sistemas de conocimiento, a menudo olvidados. Aunque las sociedades estudiadas parezcan muy alejadas de nuestra realidad, los resultados han permitido llegar a conclusiones que apuntan a formas alternativas de producir y usar el conocimiento algo que podría tener profunda relevancia en nuestra sociedad del conocimiento.
En occidente creemos que estamos en una sociedad del conocimiento, “pero se trata de un conocimiento mercantilizado; si aprendemos a utilizar el conocimiento de otro modo, como lo hacen estas poblaciones indígenas, podemos resultar muy beneficiados”, explica Reyes-García.
Los miembros del grupo de investigación vivieron durante año y medio integrados en las comunidades de los punan Tubu (cazadores recolectores de Borneo, en Indonesia), los baka (semi-nómadas de la cuenca del río Congo) y los tsimane’ (recolectores-horticultores de la Amazonia boliviana).
El conocimiento ambiental local (CAL) analizado durante la investigación engloba todos aquellos conocimientos ancestrales que los miembros del grupo tienen de los recursos naturales y de las funciones y dinámicas de los ecosistemas, así como las prácticas de gestión, las creencias, las tradiciones y las instituciones asociadas a éste y desarrolladas por su sociedad durante miles de años.
Conocimiento dinámico y transmisible
El CAL es dinámico, se transmite de generación en generación de forma no escrita por observación e imitación, y facilita la estrategia adaptativa de los pueblos indígenas ante los cambios. Sin embargo, los investigadores destacan que estos conocimientos están perdiendo importancia en estas sociedades indígenas, que poco a poco abandonan la economía de subsistencia y van adoptando nuevas formas de economía basadas en el mercado, así como educación formal y sistemas modernos de salud.
El proyecto analizó los conocimientos relativos a la caza y a las plantas medicinales. En las sociedades indígenas, conocer mejor las técnicas de caza garantiza la consecución de alimentos diarios, mientras que conocer las plantas medicinales resulta clave para la supervivencia de estos grupos cuyo acceso a los sistemas nacionales de salud es muy limitado.
“Quisimos determinar si las personas que atesoran más conocimientos (CAL) para la caza o sobre plantas medicinales gozan de mejores condiciones de vida; por ejemplo si al conocer mejor las plantas medicinales tenían menos enfermedades o si al obtener más caza disfrutaban de un mejor estado nutricional”, dice la investigadora.
Intercambio y reciprocidad
Los resultados demostraron que los individuos con más conocimientos de caza capturaron más animales por hora invertida y que quienes conocían mejor las plantas medicinales reportaron un menor número de días enfermos. Pero, pese a estos resultados, los científicos hallaron que estas personas no gozaban necesariamente de un mejor estado nutricional. La respuesta a esta paradoja parece encontrarse en la prevalencia del intercambio y la reciprocidad en las tres sociedades estudiadas, dinámicas que afectan tanto al conocimiento como a los recursos obtenidos.
“Comparten tanto la información de las propiedades de una planta o su ubicación en el bosque, como la carne de la caza, y lo hacen entre todos los miembros de la comunidad. La frecuencia con la que se comparte la información y los recursos puede ser la razón que explica por qué el estado nutricional de las personas no se relaciona directamente con su nivel de conocimiento ambiental local”.
Los investigadores señalan que el conocimiento de los sistemas de CAL no sólo debe tenerse en cuenta a la hora de plantear políticas relativas a los pueblos indígenas, sino que debe ser contemplado desde la perspectiva de las sociedades europeas como “formas alternativas de producir, transmitir y usar el conocimiento”.
Referencia:
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*Fuente: Sinc
Foto: Mujer de una sociedad indígena participante en el estudio / Isabel Díaz Reviriego